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lunes, 24 de septiembre de 2007

El sur - Borges Cuento


Salieron, y si en Dahlmann no había esperanza, tampoco había temor. Sintió, al atravesar el umbral, que morir en una pelea a cuchillo, a cielo abierto y acometiendo, hubiera sido una liberación para él, una felicidad y una fiesta, en la primera noche del sanatorio, cuando le clavaron la aguja. Sintió que si él, entonces, hubiera podido elegir o soñar su muerte, ésta es la muerte que hubiera elegido o soñado.
Dahlmann empuña con firmeza el cuchillo, que acaso no sabrá manejar, y sale a la llanura.

sábado, 22 de septiembre de 2007

La vida interior - Alberto Moravia


Yo: Es cierto, sé quien eres, lo supe desde el principio. Pero también me gustaría saber lo que harás ahora, a partir del momento en que te has echado a andar hacia San Giovanni. Lo que pudiera modificar la idea que tengo de ti, iluminar un aspecto nuevo de tu persona.
Desideria: No es así. Ayer, como hoy y mañana, sólo puedo ser la que soy. Por eso, adiós.
Yo: Espera, no puedes marcharte así. Tu misma has reconocido que aún no has acabado.
Desideria: En Hiroshima, tras la exposición de la bomba atómica, quedó en un muro una huella de un cuerpo humano, de la misma forma que queda en la arena la marca de un pie; o sea, una sombra algo más oscura que el revoque, con una cabeza, un busto y piernas. El cuerpo que dejó aquella señal había sido devorado, aniquilado por la llama. Lo mismo ocurre conmigo. Tu imaginación me ha quemado, me ha consumido. Al final solo existiré en tu escritura como huella, como un personaje.

Los gallinazos sin plumas - Ribeyro - Final


Enrique cogió a su hermano con ambas manos y lo estrechó contra su pecho. Abrazados hasta formar una sola persona cruzaron lentamente el corralón. Cuando abrieron el portón de la calle se dieron cuenta que la hora celeste había terminado y que la ciudad, despierta y viva, abría ante ellos su gigantesca mandíbula.
Desde el chiquero llegaba el rumor de una batalla.

El coronel no tiene quien le escriba - Gabriel Garcia Marquez


La mujer se desesperó.
"Y mientras tanto qué comemos", preguntó, y agarró al coronel por el cuello de franela. Lo sacudió con energía.
- Dime, qué comemos.
El coronel necesitó setenta y cinco años -los setenta y cinco años de su vida, minuto a minuto- para llegar a ese instante. Se sintió puro, explícito, invencible, en el momento de responder:
- Mierda.

La Muerte Está Sentada a Los Pies de Mi Cama - Oscar Hahn - Poema

Mi cama está deshecha: sábanas en el suelo
y frazadas dispuestas a levantar el vuelo.
La muerte dice ahora que me va a hacer la cama.
Le suplico que no, que la deje deshecha.
Ella insiste y replica que esta noche es la fecha.
Se acomoda y agrega que esta noche me ama.
Le contesto que cómo voy a ponerle cuernos
a la vida. Contesta que me vaya al infierno.
La muerte está sentada a los pies de mi cama.
Esta muerte imperiosa se calentó conmigo
y quisiera dejarme más chupado que un higo.
Yo trato de espantarla con una enorme rama.
Ahora dice que quiere acostarse a mi lado
sólo para dormir, que no tenga cuidado.
Por respeto me callo que se su mala fama.
La muerte está sentada a los pies de mi cama.

MI CANTO

Este es mi canto,
Un grito,
un lamento,
una risa estridente,
que se estrella contra las paredes de la realidad
y les hace huecos,
las horada,
las destroza,
permitiendo que la fantasía,
esa querida y juguetona ancianita,
haga su cubil en el alma,
llenándola de ilusiones,
purificándola de tanta herida.
Este es mi canto,
enumeración de sentimientos,
de tristezas,
de alegrías,
de golpes en el alma,
de caricias en el corazón.
Este es mi canto,
escalera que baja,
que sube,
que se bifurca,
que conduce al cielo,
al infierno,
a un abrazo,
a una cachetada.
Este es mi canto,
el río que se rebela a ser postal,
la esperanza de encontrarte,
el hecho de encontrarte
…y de perderte.