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sábado, 28 de noviembre de 2015

Arthur Rimbaud - Mauvais Sang - Mala Sangre - Poema

Mala sangre

Tengo de mis antepasados galos el ojo azul pálido, el cerebro estrecho y la torpeza en la lucha. Hallo mi vestimenta tan bárbara como la suya. Pero yo no me unto la cabellera con manteca. Los galos eran los desolladores de animales, los quemadores de hierba más ineptos de su tiempo.
De ellos tengo: la idolatría y el amor al sacrilegio; - ¡oh! todos los vicios, cólera, lujuria- magnífica, la lujuria; -en especial, mentira y pereza.
Me espantan todos los oficios. Maestros y obreros, todos campesinos, innobles. La mano de pluma vale igual que la mano de arado.- ¡Qué siglo de manos! - Nunca tendré mi mano. Luego, la domesticidad conduce demasiado lejos. La honradez de la mendicidad me desconsuela. Los criminales repugnan como castrados: yo estoy intacto, y me da lo mismo. Pero, ¿quién me hizo tan pérfida la lengua, que hasta aquí haya guiado, salvaguardándola, mi pereza? Sin servirme para vivir ni siquiera del cuerpo, y más ocioso que el sapo, he vivido por todas partes. No hay familia de Europa que yo no conozca.
- Me refiero a familias como la mía, que se lo deben todo a la Declaración de Derechos del Hombre. - ¡He conocido a todos los niños bien!
¡Si tuviese yo antecedentes en un punto cualquiera de la historia de Francia!
Pero no, nada.
Me es evidentísimo que siempre he sido de raza inferior. No logro comprender la rebeldía. Mi raza nunca se levantó más que para el pillaje: así los lobos con el animal que no mataron ellos.
Recuerdo la historia de la Francia hija primogénita de la Iglesia. Habría hecho, villano, el viaje a tierra santa; tengo en la cabeza caminos por las llanuras suabas, vistas de Bizancio, murallas de Solima; el culto de María, el enternecimiento por el crucificado, se despiertan en mí entre mil hechicerías profanas. - Estoy sentado, leproso, en los cacharros rotos y las ortigas, al pie de un muro roído por el sol.- Más tarde, reitre, habría vivaqueado bajo las noches de Alemania. ¡Ah! Algo más: bailo el aquelarre en un rojo calvero, con viejas y con niños.
No recuerdo más lejos que esta tierra y el cristianismo. Nunca me terminaría de ver en ese pasado. Pero siempre solo, sin familia; incluso ¿qué lengua hablaba? No me veo jamás en los consejos de Cristo; ni en los consejos de los señores, -representantes de Cristo.
¡Oh la ciencia! Lo hemos recuperado todo. Para el cuerpo y para el alma, - el viático, - tenemos la medicina y la filosofía, - los remedios caseros y las canciones populares arregladas. ¡Y las diversiones de los príncipes, y los juegos que éstos prohibían! ¡Geografía, Cosmografía, Mecánica, Química!… ¡La Ciencia, la nueva nobleza! El progreso. ¡El mundo avanza! ¿Por qué no va a dar vueltas?
Es la visión de los números. Vamos hacia el Espíritu. Es segurísimo, es oráculo, esto que os digo. Comprendo y, como no sé explicarme sin palabras paganas, querría callarme.
¡Vuelve la sangre pagana! El Espíritu está cerca: ¿por qué no me ayuda Cristo, dando a mi alma nobleza y libertad? ¡Ay! ¡El Evangelio pasó! ¡El Evangelio!
Estoy esperando a Dios con glotonería. Soy de raza inferior desde la eternidad.
Heme en la playa armoricana. Que las ciudades se enciendan al atardecer. Mi jornada está hecha; dejo Europa. El aire del mar me quemará los pulmones, los climas perdidos me curtirán. Nadar, desmenuzar la hierba, cazar, sobre todo fumar; beber licores fuertes como metal hirviendo, - como hacían los queridos antepasados alrededor de las fogatas. Volveré, con miembros de hierro, con la piel oscura, los ojos enfurecidos: por mi máscara, me juzgarán de una raza fuerte. Tendré oro: seré ocioso y brutal. Las mujeres cuidan de estos feroces enfermos cuando regresan de los países cálidos.
Me veré mezclado en asuntos políticos. Salvado. Ahora estoy maldito, tengo horror a la patria. Lo mejor es un sueño muy borracho, en la playa.
No hay partida. -Reanudemos los caminos de aquí, cargado de mi vicio, el vicio que ha hundido sus raíces de sufrimiento a mi lado, desde la edad del juicio- que asciende al cielo, me golpea, me tira, me arrastra.
La última inocencia y la última timidez. Está dicho. No traer al mundo ni mis repugnancias ni mis traiciones. ¡Adelante! La marcha, la carga, el desierto, el aburrimiento y la cólera.
¿A quién alquilarme? ¿Qué alimaña hay que adorar? ¿Qué santa imagen atacamos? ¿Qué corazones romperé? ¿Qué mentira debo sostener?- ¿Qué sangre pisotear?
Mejor, guardarse de la injusticia. - La vida dura, el embrutecimiento simple-, alzar, con el puño descarnado, la tapa del ataúd, incorporarse, asfixiarse. Así, ninguna vejez, ningún peligro: el terror no es francés.
¡Ah! Estoy tan desesperado, que a cualquier imagen divina ofrezco impulsos hacia la perfección.
¡Oh mi abnegación, oh mi caridad maravillosa! ¡Aquí abajo, no obstante!
De profundis, Domine, ¡seré tonto!
Ya desde muy niño admiraba al forzado irreductible tras el cual se cierran siempre las puertas de la prisión; visitaba los albergues y los alojamientos que el podía haber consagrado con su estancia; veía con su idea el cielo azul y el trabajo florido del campo, olfateaba su fatalidad en las ciudades. Tenía más fuerza que un santo, más sentido común que un viajero -y él ¡él solo! era testigo de su gloria y de su razón. Por los caminos, en noches de invierno, sin cobijo, sin ropa, sin pan, una voz me atenazaba el corazón helado: "Debilidad o fuerza; hete aquí: es la fuerza. No sabes ni adónde ni por qué vas; entra en todas partes, contesta a todo. No te matarán más que si fueras cadáver". Por la mañana, tenía la mirada tan perdida y la compostura tan muerta, que quienes me encontré quizá no me vieran.
En las ciudades el fango se me aparecía súbitamente rojo y negro, como un espejo cuando la lámpara deambula por la habitación contigua, ¡como un tesoro en el bosque! Buena suerte, gritaba yo, y veía un mar de llamas y de humo en el cielo; y, a izquierda, a derecha, todas las riquezas, llameando como millones de truenos.
Pero la orgía y la camaradería de las mujeres me estaban prohibidas. Ni siquiera un compañero. Me veía ante una multitud exasperada, delante del pelotón de ejecución, llorando la desgracia de que no hubieran podido comprender, y perdonando.
- ¡Igual que Juana de Arco! - "Sacerdotes, profesores, maestros, os equivocáis al entregarme a la justicia. Yo nunca formé parte de este pueblo, yo nunca fui cristiano; soy de la raza que cantaba en el suplicio; no comprendo las leyes; no tengo sentido moral, soy un bruto, os equivocáis…" Sí, tengo los ojos cerrados a vuestra luz. Soy una alimaña, un negro. Pero puedo salvarme. Vosotros sois falsos negros, vosotros maniáticos, feroces, avaros. Mercader, tú eres negro; general, tú eres negro; emperador, vieja comezón, tú eres negro: has bebido un licor libre de impuestos, de la fábrica de Satán. - Este pueblo está inspirado por la fiebre y el cáncer. Los tullidos y los viejos son tan respetables, que solicitan ser hervidos. - Lo más astuto es abandonar este continente donde la locura anda al acecho, para proveer de rehenes a estos miserables. Entre en el verdadero reino de los hijos de Cam. ¿Sigo conociendo la naturaleza? ¿Me conozco? - No más palabras. Amortajo a los muertos en mi vientre. Gritos, tambor, danza, danza, danza, ¡danza! Ni siquiera veo la hora en que, al desembarcar los blancos, caeré en la nada. Hambre, sed, gritos, danza, danza, danza, ¡danza!
Los blancos desembarcan. ¡El cañón! Hay que someterse al bautismo, vestirse, trabajar.
He recibido en el corazón el golpe de gracia. ¡Ah! ¡No lo tenía previsto!
No he hecho mal alguno. Los días van a serme leves, se me ahorrará el arrepentimiento. No habré conocido los tormentos del alma casi muerta para el bien, donde se alza la luz tan severa como los cirios funerarios. El destino del niño bien: ataúd prematuro, cubierto de límpidas lágrimas. Sin duda que el desenfreno es tonto, que el vicio es tonto; hay que arrojar la podredumbre aparte. ¡Pero el reloj no habrá llegado a no dar ya sino la hora del puro dolor! ¿Van a secuestrarme, como a un niño, para jugar en el paraíso, olvidado de toda desgracia? ¡Rápido! ¿Hay otras vidas? - Dormir en la riqueza es imposible. La riqueza siempre ha sido bien público. Sólo el amor divino otorga las llaves de la ciencia. Veo que la naturaleza no es sino un espectáculo de bondad. Adiós, quimeras, ideales, errores.
El canto razonable de los ángeles se eleva del navío salvador; es al amor divino. - ¡Dos amores! Puedo morir de amor terrenal, morir de entrega. ¡He dejado almas cuyo dolor aumentará con mi partida! Me escogéis entre los náufragos; quienes se quedan, ¿no son acaso amigos míos? ¡Salvadlos!
La razón me ha nacido. El mundo es bueno. Bendeciré la vida. Amaré a mis hermanos. Ya no son promesas de niño. Ni la esperanza de eludir la vejez y la muerte. Dios es mi fuerza, y yo alabo a Dios.
El aburrimiento ya no es mi amor. Las rabias, los desenfrenos, la locura, cuyos impulsos todos, cuyos desastres conozco, -toda mi carga está depositada. Valoremos sin vértigo el alcance de mi inocencia.
Ya no sería capaz de solicitar el consuelo de una paliza. No me creo embarcado hacia una boda con Jesucristo por suegro. No soy prisionero de mi razón. He dicho: Dios. Quiero la libertad dentro de la salvación: ¿cómo perseguirla? Los gustos frívolos me han abandonado. Ya no hay necesidad de entrega ni de amor divino. No añoro el siglo de los corazones sensibles. Cada cual tiene su razón, desprecio y caridad: yo conservo mi puesto en lo alto de la angélica escala del sentido común.
En cuanto a la felicidad establecida, doméstica o no… no, no la quiero. Me disipo demasiado, soy demasiado débil. La vida florece por el trabajo, vieja verdad; pero mi vida no pesa lo suficiente, se eleva y flota muy por encima de la acción, ese querido lugar del mundo.
¡Qué solterona me estoy volviendo, por falta de valor para amar a la muerte!
Si Dios me concediera la calma celestial, aérea, la plegaria, - como a los antiguos santos. - ¡Los santos! ¡Gente fuerte! ¡Los anacoretas! ¡Unos artistas como ya no hacen falta! ¡Farsa continua! Mi inocencia me haría llorar. La vida es la farsa a sostener entre todos.
¡Basta! Llega el castigo. - ¡Adelante!
¡Ah! ¡Los pulmones arden, las sienes braman! ¡La noche me da vueltas en los ojos, con ese sol! El corazón… Los miembros… ¿A dónde vamos? ¿Al combate? ¡Soy débil! Los demás avanzan. Los aperos, las armas… ¡el tiempo!… ¡Fuego! ¡Fuego contra mí! ¡Aquí! O me rindo. - ¡Cobardes!
- ¡Me mato! ¡Me arrojo a los cascos de los caballos!
¡Ah!…
- Ya me acostumbraré.
¡Sería la vida francesa, el sendero del honor!



ORIGINAL Mauvais Sang

J'ai de mes ancêtres gaulois l'oeil bleu blanc, la cervelle étroite, et la maladresse dans la lutte. Je trouve mon habillement aussi barbare que le leur. Mais je ne beurre pas ma chevelure.

Les Gaulois étaient les écorcheurs de bêtes, les brûleurs d'herbes les plus ineptes de leur temps.

D'eux, j'ai : l'idolâtrie et l'amour du sacrilège ; - Oh ! tous les vices, colère, luxure, - magnifique, la luxure ; - surtout mensonge et paresse.

J'ai horreur de tous les métiers. Maîtres et ouvriers, tous paysans, ignobles. La main à plume vaut la main à charrue. - Quel siècle à mains ! - Je n'aurai jamais ma main. Après, la domesticité mène trop loin. L'honnêteté de la mendicité me navre. Les criminels dégoûtent comme des châtrés : moi, je suis intact, et ça m'est égal.

Mais ! qui a fait ma langue perfide tellement qu'elle ait guidé et sauvegardé jusqu'ici ma paresse ? Sans me servir pour vivre même de mon corps, et plus oisif que le crapaud, j'ai vécu partout. Pas une famille d'Europe que je ne connaisse. - J'entends des familles comme la mienne, qui tiennent tout de la déclaration des Droits de l'Homme. - J'ai connu chaque fils de famille !

¯¯¯¯¯¯¯¯

Si j'avais des antécédents à un point quelconque de l'histoire de France !

Mais non, rien.

Il m'est bien évident que j'ai toujours été [de] race inférieure. Je ne puis comprendre la révolte. Ma race ne se souleva jamais que pour piller : tels les loups à la bête qu'ils n'ont pas tuée.

Je me rappelle l'histoire de la France fille aînée de l'Église. J'aurai fait, manant, le voyage de terre sainte, j'ai dans la tête des routes dans les plaines souabes, des vues de Byzance, des remparts de Solyme ; le culte de Marie, l'attendrissement sur le crucifié s'éveillent en moi parmi les mille féeries profanes. - Je suis assis, lépreux, sur les pots cassés et les orties, au pied d'un mur rongé par le soleil. - Plus tard, reître, j'aurais bivaqué sous les nuits d'Allemagne.

Ah ! encore : je danse le sabat dans une rouge clairière, avec des vieilles et des enfants.

Je ne me souviens pas plus loin que cette terre-ci et le christianisme. Je n'en finirais pas de me revoir dans ce passé. Mais toujours seul ; sans famille ; même, quelle langue parlais-je ? Je ne me vois jamais dans les conseils du Christ ; ni dans les conseils des Seigneurs, - représentants du Christ.

Qu'étais-je au siècle dernier : je ne me retrouve qu'aujourd'hui. Plus de vagabonds, plus de guerres vagues. La race inférieure a tout couvert - le peuple, comme on dit, la raison ; la nation et la science.

Oh ! la science ! On a tout repris. Pour le corps et pour l'âme, - le viatique, - on a la médecine et la philosophie, - les remèdes de bonnes femmes et les chansons populaires arrangées. Et les divertissements des princes et les jeux qu'ils interdisaient ! Géographie, cosmographie, mécanique, chimie !...

La science, la nouvelle noblesse ! Le progrès. Le monde marche ! Pourquoi ne tournerait-il pas ?

C'est la vision des nombres. Nous allons à l'Esprit. C'est très certain, c'est oracle, ce que je dis. Je comprends, et ne sachant m'expliquer sans paroles païennes, je voudrais me taire.

¯¯¯¯¯¯¯¯

Le sang païen revient ! L'esprit est proche, pourquoi Christ ne m'aide-t-il pas, en donnant à mon âme noblesse et liberté. Hélas ! l'Évangile a passé ! l'Évangile ! l'Évangile.

J'attends Dieu avec gourmandise. Je suis de race inférieure de toute éternité.

Me voici sur la plage armoricaine. Que les villes s'allument dans le soir. Ma journée est faite ; je quitte l'Europe. L'air marin brûlera mes poumons ; les climats perdus me tanneront. Nager, broyer l'herbe, chasser, fumer surtout ; boire des liqueurs fortes comme du métal bouillant, - comme faisaient ces chers ancêtres autour des feux.

Je reviendrai, avec des membres de fer, la peau sombre, l'oeil furieux : sur mon masque, on me jugera d'une race forte. J'aurai de l'or : je serai oisif et brutal. Les femmes soignent ces féroces infirmes retour des pays chauds. Je serai mêlé aux affaires politiques. Sauvé.

Maintenant je suis maudit, j'ai horreur de la patrie. Le meilleur, c'est un sommeil bien ivre, sur la grève.

¯¯¯¯¯¯¯¯

On ne part pas. - Reprenons les chemins d'ici, chargé de mon vice, le vice qui a poussé ses racines de souffrance à mon côté, dès l'âge de raison - qui monte au ciel, me bat, me renverse, me traîne.

La dernière innocence et la dernière timidité. C'est dit. Ne pas porter au monde mes dégoûts et mes trahisons.

Allons ! La marche, le fardeau, le désert, l'ennui et la colère.

À qui me louer ? Quelle bête faut-il adorer ? Quelle sainte image attaque-t-on ? Quels coeurs briserai-je ? Quel mensonge dois-je tenir ? - Dans quel sang marcher ?

Plutôt, se garder de la justice. - La vie dure, l'abrutissement simple, - soulever, le poing desséché, le couvercle du cercueil, s'asseoir, s'étouffer. Ainsi point de vieillesse, ni de dangers : la terreur n'est pas française.

- Ah ! je suis tellement délaissé que j'offre à n'importe quelle divine image des élans vers la perfection.

O mon abnégation, ô ma charité merveilleuse ! ici-bas, pourtant !

De profundis Domine, suis-je bête !

¯¯¯¯¯¯¯¯

Encore tout enfant, j'admirais le forçat intraitable sur qui se referme toujours le bagne ; je visitais les auberges et les garnis qu'il aurait sacrés par son séjour ; je voyais avec son idée le ciel bleu et le travail fleuri de la campagne ; je flairais sa fatalité dans les villes. Il avait plus de force qu'un saint, plus de bon sens qu'un voyageur - et lui, lui seul ! pour témoin de sa gloire et de sa raison.

Sur les routes, par des nuits d'hiver, sans gîte, sans habits, sans pain, une voix étreignait mon coeur gelé : "Faiblesse ou force : te voilà, c'est la force. Tu ne sais ni où tu vas ni pourquoi tu vas, entre partout, réponds à tout. On ne te tuera pas plus que si tu étais cadavre." Au matin j'avais le regard si perdu et la contenance si morte, que ceux que j'ai rencontrés ne m'ont peut-être pas vu.

Dans les villes la boue m'apparaissait soudainement rouge et noire, comme une glace quand la lampe circule dans la chambre voisine, comme un trésor dans la forêt ! Bonne chance, criais-je, et je voyais une mer de flammes et de fumées au ciel ; et, à gauche, à droite, toutes les richesses flambant comme un milliard de tonnerres.

Mais l'orgie et la camaraderie des femmes m'étaient interdites. Pas même un compagnon. Je me voyais devant une foule exaspérée, en face du peloton d'exécution, pleurant du malheur qu'ils n'aient pu comprendre, et pardonnant ! - Comme Jeanne d'Arc ! - "Prêtres, professeurs, maîtres, vous trompez en me livrant à la justice. Je n'ai jamais été de ce peuple-ci ; je n'ai jamais été chrétien ; je suis de la race qui chantait dans le supplice ; je ne comprends pas les lois ; je n'ai pas le sens moral, je suis une brute : vous trompez..."

Oui, j'ai les yeux fermés à votre lumière. Je suis une bête, un nègre. Mais je puis être sauvé. Vous êtes de faux nègres, vous maniaques, féroces, avares. Marchand, tu es nègre ; magistrat, tu es nègre ; général, tu es nègre ; empereur, vieille démangeaison, tu es nègre : tu as bu d'une liqueur non taxée, de la fabrique de Satan. - Ce peuple est inspiré par la fièvre et le cancer. Infirmes et vieillards sont tellement respectables qu'ils demandent à être bouillis. - Le plus malin est de quitter ce continent, où la folie rôde pour pourvoir d'otages ces misérables. J'entre au vrai royaume des enfants de Cham.

Connais-je encore la nature ? me connais-je ? - Plus de mots. J'ensevelis les morts dans mon ventre. Cris, tambour, danse, danse, danse, danse ! Je ne vois même pas l'heure où, les blancs débarquant, je tomberai au néant.

Faim, soif, cris, danse, danse, danse, danse !

¯¯¯¯¯¯¯¯

Les blancs débarquent. Le canon ! Il faut se soumettre au baptême, s'habiller, travailler.

J'ai reçu au coeur le coup de la grâce. Ah ! je ne l'avais pas prévu !

Je n'ai point fait le mal. Les jours vont m'être légers, le repentir me sera épargné. Je n'aurai pas eu les tourments de l'âme presque morte au bien, où remonte la lumière sévère comme les cierges funéraires. Le sort du fils de famille, cercueil prématuré couvert de limpides larmes. Sans doute la débauche est bête, le vice est bête ; il faut jeter la pourriture à l'écart. Mais l'horloge ne sera pas arrivée à ne plus sonner que l'heure de la pure douleur ! Vais-je être enlevé comme un enfant, pour jouer au paradis dans l'oubli de tout le malheur !

Vite ! est-il d'autres vies ? - Le sommeil dans la richesse est impossible. La richesse a toujours été bien public. L'amour divin seul octroie les clefs de la science. Je vois que la nature n'est qu'un spectacle de bonté. Adieu chimères, idéals, erreurs.

Le chant raisonnable des anges s'élève du navire sauveur : c'est l'amour divin. - Deux amours ! je puis mourir de l'amour terrestre, mourir de dévouement. J'ai laissé des âmes dont la peine s'accroîtra de mon départ ! Vous me choisissez parmi les naufragés, ceux qui restent sont-ils pas mes amis ?

Sauvez-les !

La raison est née. Le monde est bon. je bénirai la vie. J'aimerai mes frères. Ce ne sont plus des promesses d'enfance. Ni l'espoir d'échapper à la vieillesse et à la mort. Dieu fait ma force, et je loue Dieu.

¯¯¯¯¯¯¯¯

L'ennui n'est plus mon amour. Les rages, les débauches, la folie, dont je sais tous les élans et les désastres, - tout mon fardeau est déposé. Apprécions sans vertige l'étendu de mon innocence.

Je ne serais plus capable de demander le réconfort d'une bastonnade. Je ne me crois pas embarqué pour une noce avec Jésus-Christ pour beau-père.

Je ne suis pas prisonnier de ma raison. J'ai dit : Dieu.

Je veux la liberté dans le salut : comment la poursuivre ? Les goûts frivoles m'ont quitté. Plus besoin de dévouement ni d'amour divin. Je ne regrette pas le siècle des coeurs sensibles. Chacun a sa raison, mépris et charité : je retiens ma place au sommet de cette angélique échelle de bon sens.

Quant au bonheur établi, domestique ou non... non, je ne peux pas. Je suis trop dissipé, trop faible. La vie fleurit par le travail, vieille vérité : moi, ma vie n'est pas assez pesante, elle s'envole et flotte loin au-dessus de l'action, ce cher point du monde.

Comme je deviens vieille fille, à manquer du courage d'aimer la mort !

Si Dieu m'accordait le calme céleste, aérien, la prière, - comme les anciens saints. - Les saints ! des forts ! les anachorètes, des artistes comme il n'en faut plus !

Farce continuelle ! Mon innocence me ferait pleurer. La vie est la farce à mener par tous.

¯¯¯¯¯¯¯¯

Assez ! voici la punition. - En marche !

Ah ! les poumons brûlent, les tempes grondent ! la nuit roule dans mes yeux, par ce soleil ! le coeur... les membres...

Où va-t-on ? au combat ? je suis faible ! les autres avancent. Les outils, les armes... le temps !...

Feu ! feu sur moi ! Là ! ou je me rends. - Lâches ! - Je me tue ! Je me jette aux pieds des chevaux !

Ah !...

- Je m'y habituerai.

Ce serait la vie française, le sentier de l'honneur !


La liga del Sueño - Mala (Canción inspirada en poema)



sábado, 7 de noviembre de 2015

Poema - Naturaleza muerta en Innsbrucker Strasse - Antonio Cisneros

Naturaleza muerta en Innsbrucker Strasse 

Ellos son (por excelencia) treintones y con fe en el futuro.
Mucha fe.
Al menos se deduce por sus compras
(a crédito y costosas).
Casaca de gamuza (natural),
Mercedes deportivo color de oro.
Para colmo (de mis males) se les ha dado además por ser eternos.
Corren todas las mañanas (bajo los tilos)
por la pista del parque y toman cosas sanas.
Es decir, legumbres crudas y sin sal,
arroz con cascarilla, agua minerales.
Cuando han consumido todo el oxigeno del barrio
(el suyo y el mío)
pasan por mi puerta (bellos y bronceados).
Me miran (si me ven)
como a un muerto
con el último cigarro entre los labios.

(de “Monólogo de la casta Susana y otros poemas”, 1986)

domingo, 1 de noviembre de 2015

Poema Lluvia - Cesar Vallejo (En Lima está lloviendo)

LLUVIA

En Lima... En Lima está lloviendo
el agua sucia de un dolor
qué mortífero! Está lloviendo
de la gotera de tu amor.
No te hagas la que está durmiendo,
recuerda de tu trovador;
que yo ya comprendo.. . comprendo
la humana ecuación de tu amor.
Truena en la mística dulzaina
la gema tempestuosa y zaina,
la brujería de tu "sí".
Mas, cae, cae el aguacero
al ataúd, de mi sendero,
donde me ahueso para ti...


Los heraldos negros