
La mujer se desesperó.
"Y mientras tanto qué comemos", preguntó, y agarró al coronel por el cuello de franela. Lo sacudió con energía.
- Dime, qué comemos.
El coronel necesitó setenta y cinco años -los setenta y cinco años de su vida, minuto a minuto- para llegar a ese instante. Se sintió puro, explícito, invencible, en el momento de responder:
- Mierda.
"Y mientras tanto qué comemos", preguntó, y agarró al coronel por el cuello de franela. Lo sacudió con energía.
- Dime, qué comemos.
El coronel necesitó setenta y cinco años -los setenta y cinco años de su vida, minuto a minuto- para llegar a ese instante. Se sintió puro, explícito, invencible, en el momento de responder:
- Mierda.
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