A CRISTO EN EL MATADERO
Cuando hablaste
del amor y repartías
la paz y los pescados,
se acercaban
para amarte, Señor
amable y sabio.
Un buen día, aburridos
de milagros,
hartos de caminatas,
decidieron
cambiar tu cabellera
y tus sandalias
por unos cuantos reales.
Lleno de clavos
tu cuerpo fue enterrado
junto al vientre
de las ratas. Tus palabras
se hicieron estropajos,
tambores pellejudos
que anuncian
negocios y matanzas.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario