Translate

viernes, 3 de abril de 2015

Cuento: LADISLAO, EL FLAUTISTA - Francisco Izquierdo Ríos

LADISLAO, EL FLAUTISTA

     -¿Oyes maestro?
     -¿Qué?
     -Flauta.
     Y toda la clase se sume en religioso silencio. A cual más, los muchachos tratan de oír, levantándose de las carpetas.
     -¡Ladislau!
     -¡Sí, el Ladislau!
     -Sólo el Ladislau, maestro, sabe tocar así la flauta.
     -No puede ser Ladislau, niños. Su padre, hace poco su padre me ha dicho que está ausente y que ya no regresará al pueblo. Ha ido a Chachapoyas, donde su madre.
     -El Ladislau es, señor. Ha llegado ayer, al anochecer, con la lluvia. Yo le he visto.
     La escuela es ya un revuelo.
     En todos los labios tiemblan el nombre de Ladislao.
      Y una profunda ola de simpatía cruza la escuela de banda en banda.
     -El Ladislau es, señor… Allí está su cabeza.
     -Si, maestro. Allí está, véalo, véalo usted. Está mirando por el cerco.
     Efectivamente, la cabecita hirsuta de Ladislao aparecía sobre el pequeño cerco de piedras de la escuela.
     -Zamarruelo… Vayan a traerlo.
     Y tres de los muchachos más grandes de la clase van como un rayo en su busca y después de un rato vuelven sin haber podido coger a Ladislao. Y solo dicen:
     -Señor, escapó a todo correr, como un venado, por el monte.
     -¡Qué raro, exclama el maestro, Ladislao se está volviendo vagabundo! ¡Qué lástima un buen muchacho!
     Y todos recuerdan con pena al compañero que tantos deliciosos momentos  dio a la escuela con su arte. Parecía que Ladislao hubiera nacido con el divino don de tocar la flauta y  de hacer flautas de carrizo como nadie.
     Todos recuerdan aún  que cuando el grupo de comuneros salió a explorar la verde e inmensa selva que empieza al otro lado del cerro, fue él quién iba adelante tocando la flauta, acompañando en el tambor por Macshi otro muchachito, hasta la loma de las afueras, donde se despidió a los valientes exploradores.
     Y, además, todos recuerdan nítidamente su inseparable poncho raído, y rebelde como los zarzamorales de las quebradas.
     -El Ladislau, se ha vuelto así diz, maestro, porque mucho le pega su madrastra.
     -Sí, algo he sabido. ¡Pobre muchacho!
     -A mí me ha contadu señor llorando.
     -Por eso diz que vive así, señor, andando por todos lados, por todos los pueblos que va.
     -Aura diz, señor, no ha llegado a la casa de su padre, ha llegado donde la mamá Grishi.
     -Su padre ya ni cuenta hace de él diz, señor. Lo ve como un extraño.
     -Y aura diz, maestro, se va a vivir ya en la Mina.
     -En las minas de sal?
     -Sí, diz señor?
     -¿Y su madre?
     -Diz, señor que está enferma en Chachapoyas y precisamente él quiere trabajar para ayudarla?
     -Y por eso diz, maestro, ya no viene ni vendrá a la escuela.
     En ese momento, volvió a oírse lejanas notas de flauta que como sollozo de un niño abandonado, hacían florecer en la escuela todo un rosal de emoción, perfumado de tristeza.
     ¡El corazón de los niños está en suspenso!
     En la huerta, bañada por la luz de oro de un jovial sol mañanero hasta los finos álamos parecían agobiados de pena.
     Ladislao, el flautista, se alejaba para siempre de la escuela.
(Francisco Izquierdo Ríos)

No hay comentarios:

Publicar un comentario