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martes, 7 de octubre de 2008

Hermes psicopompo


Psicopompos son aquellos seres de los ciclos mitológicos o religiosos capaces de conducir las almas de los muertos hacia una nueva realidad, sea ésta el más allá, el Infierno, el Cielo, el Valhalla. La palabra proviene del griego ψυχοπομπός, que se compone de psyche, "alma", y pompós, "el que guía o conduce"o "el guia de almas".

Aunque en ocasiones se asocie esta figura con el chamán, o Jung la identificase como la mediadora entre las parcelas conscientes e inconscientes, las auténticas fuentes de información acerca de este peculiar rol las encontramos en las mitologías. Conceptos, deidades y figuras místicas como Anubis, Hermes, Morfeo, Azrael, el Ángel Gabriel, Baldur, la Muerte con su guadaña, los shinigami japoneses o incluso la Santa Compaña, son todos manifestaciones tradicionales del psicopompo. Animales como los cuervos, caballos, búhos, perros o ciervos están íntimamente ligados a esta idea.

Como tan a menudo suele suceder, la ficción no se libra de esta ancestral figura, tan arraigada en el inconsciente colectivo. Stephen King utilizó a los gorriones como psicopompos en la novela La Mitad Oscura. Previamente, Lovecraft había hecho lo propio con los chotacabras en El Horror de Dunwich. En La Divina Comedia, Virgilio toma ese rol, guiando a Dante hacia el Purgatorio en el poema Inferno. Incluso algunas interpretaciones del Peter Pan de James Barrie identifican a dicha criatura faérica con la figura mitológica que nos traemos entre manos.
En Necrorama, este concepto es adoptado por la Ocupación de taxista. Los taxistas viajan desde Iron City a la Tierra mediante poderosa hechicería tarótica enlazada en automóviles y otros transportes. Allí, “cosechan” las almas de los moribundos y las guían a la City, donde son vendidas para su procesamiento en las Tanatofábricas.

Ciertamente los animales psicopompos han sido un recurso habitual a lo largo de la historia de las religiones. En la Edad del Hierro del Norte de Europa se creía que las grullas, en su viaje invernal hacia las desconocidas tierras del Sur, se llevaban con ellas a las almas, regresando más tarde para partir de nuevo al año siguiente. Por todo ello que la representación de este animal no es algo inusual en la cerámica de la época. Por otra parte, en la Celtiberia pre-romana la función de “portador de almas” era atribuída a otro animal, el buitre, el cual tras devorar al difunto se elevaba en los cielos para llevar su alma al más allá. Una visión bastante menos poética, y eso que las grullas también se dejan ver por estos lares, aunque más relacionada con el hecho de la muerte. Un bonito ejemplo de esta creencia podemos encontrarlo en una cerámica procedente de Numancia expuesta en el Museo Arqueológico de Soria, en la que puede observarse la representación de guerreros muertos tras una batalla y sobre ellos grandes figuras aladas… Al menos estas son las interpretaciones que conozco.

Estas criaturas están asociadas principalmente con determinados animales, espíritus, deidades, ángeles o demonios que están representadas a través de los siglos.

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