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martes, 11 de julio de 2017

Casa de cuervos - Blanca Varela - Poema

Casa de cuervos


porque te alimenté con esta realidad
mal cocida
por tantas y tan pobres flores del mal
por este absurdo vuelo a ras de pantano
ego te absolvo de mí
laberinto hijo mío

no es tuya la culpa
ni mía
pobre pequeño mío
del que hice este impecable retrato
forzando la oscuridad del día
párpados de miel
y la mejilla constelada
cerrada a cualquier roce
y la hermosísima distancia
de tu cuerpo
tu náusea es mía
la heredaste como heredan los peces
la asfixia
y el color de tus ojos
es también el color de mi ceguera
bajo el que sombras tejen
sombras y tentaciones
y es mía también la huella
de tu talón estrecho
de arcángel
apenas pasado en la entreabierta ventana
y nuestra
para siempre
la música extranjera
de los cielos batientes
ahora leoncillo
encarnación de mi amor
juegas con mis huesos
y te ocultas entre tu belleza
ciego sordo irredento
casi saciado y libre
con tu sangre que ya no deja lugar
para nada ni nadie

aquí me tienes como siempre
dispuesta a la sorpresa
de tus pasos
a todas las primaveras que inventas
y destruyes
a tenderme -nada infinita-
sobre el mundo
hierba ceniza peste fuego
a lo que quieras por una mirada tuya
que ilumine mis restos
porque así es este amor
que nada comprende
y nada puede
bebes el filtro y te duermes
en ese abismo lleno de ti
música que no ves
colores dichos
largamente explicados al silencio
mezclados como se mezclan los sueños
hasta ese torpe gris
que es despertar
en la gran palma de dios
calva vacía sin extremos
y allí te encuentras
sola y perdida en tu alma
sin más obstáculo que tu cuerpo
sin más puerta que tu cuerpo
así este amor
uno solo y el mismo
con tantos nombres
que a ninguno responde
y tú mirándome
como si no me conocieras
marchándote
como se va la luz del mundo
sin promesas
y otra vez este prado
este prado de negro fuego abandonado
otra vez esta casa vacía
que es mi cuerpo
a donde no has de volver


Blanca Varela - Casa de cuervos, del libro Ejercicios materiales (1978-1993)

lunes, 10 de julio de 2017

Letanía del solitario - Juan Gonzalo Rose - Poema

Letanía del solitario


Cada tarde te pierdo,
como se pierde el tiempo
o la esperanza.
Cada tarde,
definitivamente,
te pierdo
como se pierde la paciencia.
Cada tarde
dices no.
Mueves la cabeza y dices no.
Mueves la tierra y dices no.
No mueves los labios y tu silencio dice no.
Infatigablemente,
cada tarde,
mi café solitario obscurece el planeta.


Juan Gonzalo Rose - Letanía del solitario, del libro Simple canción (1960)

jueves, 6 de julio de 2017

César Calvo - Dan las campanas tu recuerdo en punto - Poema

Dan las campanas tu recuerdo en punto.
Afuera se pasean las dos de la mañana.
Nada pudo diciembre contra el semestre tuyo.
Nada el sol silencioso contra tu sombra hablada.
Desde el fondo de todo
lo que tengo,
me faltas.
Dan tu recuerdo en punto las campanas.
Y afuera se pasean,
de una
en una,
las dos
de la mañana.

César Calvo - Dan las campanas tu recuerdo en punto, del libro Poemas bajo tierra (1961)


martes, 4 de julio de 2017

A Islandia - Ísland - Jorge Luis Borges - Poema

A Islandia
De las regiones de la hermosa tierra
Que mi carne y su sombra han fatigado
Éres la más remota y la más íntima,
Última Thule, Islandia de las naves,
Del terco arado y del constante remo,
De las tendidas redes marineras,
De esa curiosa luz de tarde inmóvil
Que efunde el vago cielo desde el alba
Y del viento que busca los perdidos
Velámenes del viking. Tierra sacra
Que fuiste la memoria de Germania
Y rescataste su mitología
De una selva de hierro y de su lobo
Y de la nave que los dioses temen,
Labrada con las uñas de los muertos.
Islandia, te he soñado largamente
Desde aquella mañana en que mi padre
Le dio al niño que he sido y que no ha muerto
Una versión de la Völsunga Saga
Que ahora está descifrando mi penumbra
Con la ayuda del lento diccionario.
Cuando el cuerpo se cansa de su hombre,
Cuando el fuego declina y ya es ceniza,
Bien está el resignado aprendizaje
De una empresa infinita; yo he elegido
El de tu lengua, ese latín del Norte
Que abarcó las estepas y los mares
De un hemisferio y resonó en Bizancio
Y en las márgenes vírgenes de América.
Sé que no lo sabré, pero me esperan
Los eventuales dones de la busca,
No el fruto sabiamente inalcanzable.
Lo mismo sentirán quienes indagan
Los astros o la serie de los números...
Sólo el amor, el ignorante amor, Islandia.



















En El oro de los tigres (1972)